El marco regulatorio representa otro obstáculo, ya que, aunque existen regulaciones como la Ley de la Industria Eléctrica, los procesos burocráticos suelen ser lentos y poco claros, lo que desalienta la inversión. Además, persiste cierta resistencia institucional, que prioriza modelos energéticos centralizados y basados en combustibles fósiles, esta transición también implica un cambio cultural y la necesidad de capacitar talento especializado en eficiencia energética, tecnologías renovables y criterios ESG.
A pesar de los retos que implica la transición energética, las oportunidades para la industria mexicana son cada vez más amplias y accesibles, migrar hacia un modelo energético sustentable esta representando una ventaja competitiva tangible. Por ejemplo, empresas como Bimbo y Cemex han apostado por la generación de energía renovable dentro de sus propias operaciones, logrando no solo una importante reducción de costos en el mediano y largo plazo, sino también una mejora en su reputación ante clientes, socios e inversionistas.
Estas estrategias de sustentabilidad no solo atienden la responsabilidad ambiental, sino que también abren la puerta a nuevos mercados e instrumentos de financiamiento. En muchos casos, el cumplimiento de criterios ESG se han vuelto un requisito para acceder a fondos de inversión o para firmar contratos con grandes cadenas de valor globales, especialmente en sectores como el automotriz o el electrónico.
Además, el fenómeno del nearshoring representa una ventana única para que México se posicione como un hub industrial limpio. Ya se están viendo ejemplos en estados como Nuevo León y Guanajuato, donde nuevos parques industriales están integrando desde el diseño sistemas fotovoltaicos, eficiencia energética y hasta planes de circularidad, tal es el caso del parque industrial Interpuerto Monterrey, que ha empezado a incorporar infraestructura para la autogeneración y eficiencia hídrica como parte de su valor agregado.
karla flores